El lenguaje, las mil y una caras del canibalismo simbólico, la falta de empatía, el desconocimiento de los procesos industriales, la desconfianza hacia el otro, la manipulación... Agustina Bazterrica y todos los temas que, en la ficción, reflejan una realidad que muchas veces no queremos ver.
por Claudia Roldós
@clauroldosmdp
“El lenguaje nos constituye, nos conforma. Si el lenguaje es limitado, el mundo es limitado” define Agustina Bazterrica, la autora de “Cadáver exquisito”, que el año pasado ganó el premio Clarín-Alfaguara de novela.
La multipremiada escritora vendrá el sábado 11 de agosto a Mar del Plata para brindar, junto a su colega Agustina Caride, un taller denominado “Lo no dicho en las palabras” que tendrá lugar de 16 a 19, en el Café Cultural Blohf Latinoamérica -Falucho 2406-, organizado por Revista Leemos.
Bazterrica también fue galardonada con el Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires Cuento Inédito y el Primer Premio en el XXXVIII Concurso Latinoamericano de Cuento “Edmundo Valdés”, Puebla, México, entre otros. Escribe reseñas y artículos para distintos medios, en 2013 publicó su novela Matar a la niña -Editorial Textos Intrusos- y en 2016 el libro de cuentos Antes del encuentro feroz -Alción Editora-. Además, es creadora y coordinadora del Ciclo de Arte Siga al Conejo Blanco.
Sobre la propuesta que la trae a Mar del Plata, la escritora explicó que “fictio-onis viene de fingere que en latín significa, por un lado, fingir, mentir, engañar; y por otro modelar, componer, heñir. Nuestro taller de lectura propone buscar los mecanismos de los cuales se nutre la literatura para construir un texto, y al mismo tiempo ‘engañarnos’ con el mismo. Los textos elegidos proponen historias desdobladas, ya sea física, espacial o temporalmente. Las historias transcurren en dos planos y, en ese sentido, existe una zona de unión o desunión donde los personajes viven, buscan o descubren. Uno, como lector, se queda con la sensación de que ahí hay algo no dicho. Lo no dicho en las palabras. Lo no dicho que, en el análisis, enriquecen el texto, lo construyen, lo dicen”.
– El tema de lo “no dicho” aparece mucho en lo que vos escribís, de hecho en Cadáver exquisito hay toda una serie de rodeos, reglas y justificaciones para no hablar de la legitimación canibalismo, que es lo que en la historia se legaliza…
– El lenguaje nos constituye, nos conforma. Decir “bife” no es lo mismo que decir “carne” o “esto es un cadáver”. Cada palabra revela una manera de plantarse en el mundo, habla de una manera de pensar y de elegir. Con las palabras podés destruir, sanar. No son inocentes. Los silencios tampoco lo son. Es por eso que me parecía fundamental trabajar con el lenguaje en la novela, con las sugerencias, con las formas de decir, con las palabras prohibidas. Si el lenguaje es limitado, el mundo es limitado. Lo que no se puede nombrar no existe, no tiene entidad para el discurso oficial. Pero hay personas que cuestionan el discurso oficial. Son esas personas las que saben leer la trama compleja de la realidad, las que van más allá de la matrix.
Canibalismo simbólico
– Además de un canibalismo literal, en la obra se habla de otro más simbólico, pero más presente en la sociedad actual: esclavitud, desigualdad, trata, situaciones que, aunque no se quieran ver, están ¿Más que una distopía, es una metáfora de una realidad?
– Sí, claro. Sin dudas habla de nuestra realidad porque los planos en los cuales nos fagocitamos simbólicamente son múltiples y tienen distintos grados: la trata de personas, la guerra, el trabajo precarizado, la esclavitud moderna, la pobreza, la violencia de género como algunos ejemplos máximos y de mayor violencia. La objetivación del otro, la despersonalización hace que lo corramos del lugar de humano (de par) y lo podamos violentar, matar, discriminar, lastimar, estereotipar. Porque no entendemos que el otro tiene tantas complejidades como uno, que está atravesado por una realidad, un contexto, oportunidades o la falta de ellas. Un ejemplo concreto: cuando permitís que una nena de 12 años viaje sola por la ruta para prostituirse porque no tiene para comer también habla de que hay una parte de la sociedad indiferente a esa situación, que realmente no le interesa, y otra gran parte que lo valida porque se beneficia y en el medio está esa chiquita que está siendo consumida por todos.
Nos comemos los unos a los otros porque de manera general no somos solidarios, no nos hermanamos con el otro, que siempre es una amenaza.
– Hay también un planteo crítico del uso de las mujeres y su cuerpo como objeto. Incluso el romper todas las reglas, llegar a cualquier extremo por el deseo de tener un hijo. Si bien no está en el texto, cuadra en este momento de debate, justamente, por la autonomía de decisión de las mujeres sobre su cuerpo y sus ideas, el derecho al aborto seguro.
– Sí, cuadra porque la novela habla, también, sobre todas aquellas mujeres silenciadas, esas mujeres que aún hoy no pueden estudiar, aquellas que no tienen la libertad de tomar decisiones, en definitiva, habla de cómo el patriarcado profundo sigue hundiendo sus garras en todos los aspectos de nuestras vidas. Y es claro en el caso de la despenalización del aborto. Quieren decidir sobre nuestros cuerpos. La sociedad en general y el Estado en particular deberían garantizar el cuidado de las mujeres más vulnerables, de aquellas que no pueden pagarse un aborto y que mueren o son encarceladas en el intento.
Varias personas me dijeron que era contradictorio que defienda los derechos de los animales y que esté a favor del aborto. Y mi respuesta es que yo no estoy a favor del aborto, que para mí toda vida es valiosa, pero no importa lo que yo piense. Acá lo que importa es que este tema es una cuestión de salud pública y las mujeres van a seguir abortando nos guste o no. Lo que está en discusión es si queremos seguir con la hipocresía de mirar para otro lado y no hacernos cargo de que las mujeres que no pueden pagarse un aborto se mueren. Además la ley debería estar respaldada por una buena educación sexual y acceso a anticonceptivos, de esa manera se reducirían los embarazos no deseados y, por lo tanto, la necesidad de recurrir al aborto. Por ende el discurso de las dos vidas es una falacia, porque se apruebe o no la ley las mujeres seguirán abortando. De hecho, en los países donde el aborto es legal, las estadísticas demuestran que la cantidad de abortos baja considerablemente. Con lo cual si estamos a favor de la vida, deberíamos apoyar la despenalización.
Falta de empatía
– ¿También hay una mirada crítica de la división de clases y, de alguna manera, de la caridad sin empatía?
– Sí, hay una falta de empatía con el otro. Al ser hijos del capitalismo salvaje devoramos la otredad. La fagocitamos con nuestra indiferencia, con nuestras micro y macro violencias, con nuestra incapacidad de ponernos en el lugar del otro. Y creo que nos tenemos que hacer cargo de esto. Asumirnos responsables de que la realidad la construimos entre todos.
Pensemos en El Matadero de Echeverría y de cómo habla de la barbarie. La novela plantea como nuestra civilización, en realidad, está fusionada con la barbarie, nunca la superamos, en todo caso la adaptamos, la refinamos. A nadie le parece cruel ver a una persona viviendo en la calle, ni que a cada minuto estén aturdiendo una vaca para que tengas tu bife en el plato. Si nos pareciera cruel no habría personas en la calle ni vacas en un frigorífico. La violencia forma parte de la vida de maneras encubiertas porque la aceptamos sin cuestionarla.
– ¿Planteás, por otro lado, al menos la reflexión sobre cómo se construyen realidades a través de mensajes e ideas que no sabemos ciertas, el rol determinante de gobiernos y medios en ese marco, el miedo como arma de control, de poder?
– Sí. Vivimos en un sistema de creencias que fue construido a lo largo de los siglos. Por ejemplo: la carne. Creemos, porque nos lo dicen los médicos (que no hacen cursos de nutrición), que la carne es sana. Pero nadie habla de cómo esa carne está completamente adulterada, llena de antibióticos, de cómo las vacas no están pastando al sol, sino que están hacinadas en feetlots comiendo granos para engordarlas. Todo eso afecta nuestra salud. Tampoco se habla de cómo la cría del ganado está destruyendo el planeta por los gases que emiten las vacas que afectan la capa de ozono y porque para alimentarlas se necesita plantar soja y para hacerlo desforestan kilómetros y kilómetros de tierra a la que la soja le saca todos los nutrientes. Esto está avalado por las distintas industrias, avaladas por los gobiernos, por los medios y los laboratorios. Los intereses son múltiples.
Y el miedo es una herramienta fundamental. Nos hacen creer que si no tomamos leche de vaca vamos a tener problemas de osteoporosis. Es muy curioso que mucha de la gente que toma leche tiene problemas de osteoporosis, amén de que cuando tomamos leche estamos tomando los antibióticos que le inyectaron a la vaca y los pesticidas que comió de los cultivos adulterados. Pensemos esto: la leche de vaca fue concebida para un ternero no para un humano. Con ese criterio ¿por qué no tomar leche de rata o de oso o de jirafa? Además, cuando crecemos ya no tenemos las enzimas para procesar la leche, ¿por qué la seguimos tomando? Porque hay una industria y un bombardeo publicitario que nos hace creer que nos hace bien.
– Por eso la descripción descarnada del proceso de producción industrial de carne. ¿Crees que en el consumo de animales hay inconciencia o desinterés por la violencia de ese sistema?
– Absolutamente, hay un total desinterés, al punto de no relacionar que el jamón viene de un chancho al cual mataron. Me pasó en infinidad de situaciones de avisar que era vegetariana y que me dieran empanadas o lasagna de jamón y queso. Me pregunto si el jamón se cultivará del jamonal…
Sin embargo, al momento de escribirla, nunca me interesó convertir carnívoros en vegetarianos. Sólo mostré lo que le hacemos hoy a los animales, paso por paso. Y esto lo hice porque no puedo dejar de reflexionar sobre el lugar de soberbia en el que nos ubicamos como especie que nos habilita a animalizar, violentar y matar, también, a los nuestros. Es un círculo de violencia que nunca termina. Desde los niños que trabajan en las minas de cobalto y cobre para que podamos tener nuestros Smartphones hasta la infinidad de animales que matamos porque nos resistimos a dejar de comer su carne.
Un hecho irrefutable de que no tenemos idea de cómo se procesa la carne es que algunas personas que leyeron la novela dejaron de comer carne y eso es porque entendieron que ese pedazo de bife fue parte de una vaca que sufrió y decidieron no ser parte de eso. Seguramente si las personas tuvieran conciencia real de cómo se procesa la carne, muchas de ellas dejarían de comerla o reducirían su consumo.
Ficticios, pero reales
– ¿Te inspiraste en personas reales para algunos de los personajes? Por caso Marcos Tejo, Urlet, la “carnicera” Spanel, la doctora Valka?
– Sí, me inspiré en personas reales con dos personajes. La doctora Valka está inspirada en alguien tremendamente tóxico con el que trabajé y creo que fui bastante benévola en la construcción de ese personaje. Eso me lo confirmaron varias personas que leyeron la novela y se dieron cuenta de quién era. Todos me hicieron este comentario: “Pero la real es mucho peor”.
La hermana de Marcos, Marisa, también está inspirada en otra persona con la que trabajé hace mucho tiempo y sólo me di cuenta de la conexión cuando la novela estaba publicada. Tomé el nombre y muchas actitudes de una persona que es una sobreadaptada social, que quiere quedar bien con todo el mundo, que simula ser amable y buena persona cuando en realidad no lo es.
La carnicera Spanel está inspirada en una foto de Marcos López que tuve como fondo de pantalla en la PC de mi trabajo por años.
Urlet está inspirado en mi fascinación por los vampiros, pero por ahora no conocí ningún vampiro real. Nunca es tarde para que eso suceda.